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El cuento de nunca acabar

Sigo con dolor intenso de garganta (ya me preocupó) ya me tomé no sé que tantas cosas me dio mi mamá y nomás no ): sólo espero que no pase a mayores.
Ayer traía la actitud bien hater pero ya se me pasó up to now creo que sólo era cosa de esbozarlo.
Soñé de pronto cosas bien extrañas, y una revoltura de situaciones que ahorita que las recuerdo, me han perturbado intensamente.
Antier en el transcurso de la mañana me dí a la tarea de guardar la ropa de invierno, dejé como unas 5 prendas medio que aguantan por si hace fresco, pero e nueva cuenta por las mañanas y en la noche se vuelve a soltar el frío, me resisto a darle la bienvenida de nuevo, nada más de pensar en volver a sacar y acomodar todo, ya tenía todo tan bonito casi que casi hasta por colores y bueeee. Ojalá no se le ocurra regresar mejor de paso a la primavera tan bonita y colorita, aunque teniendo experiencia que el año pasado justo para mayo NEVÓ ... Nunca en la vida se sabe ni con la gente ni mucho menos con el clima.
Ya ven que siempre posteó cosas personales, traumas, frustraciones, anécdotas, cosas que quiero, emosidades, loversidades y demás hoy quiero compartirles un cuento, tengo un libro fantabuloso que contiene diversos cuentos con moralejas y están todos padrísimos en verdad te hacen reflexionar sobre tantas cosas que uno aveces ni por enterado. Deseo que este día, comienzo de semana sea agradabilísimo para todos, que sea de provecho y que esté lleno de alegría y grandes pero grandes bendiciones de Dios, entonces el cuento comienza mas o menos así:


"CRISTO PIDE RIDE"


Había una vez un padre que tenía tres hijos; siempre les había prometido darles un buen regalo si se esforzaban en los estudios y terminaban su carrera. Pasó el tiempo y aunque no fue fácil, los tres hijos terminaron sus estudios y orgullosos de sus esfuerzos presentaron a su padre sus diplomas. El padre cumplió su palabra y aunque tuvo que vender unas pequeñas tierras que tenía, les compró un auto último modelo a cada uno de sus hijos.
Aquellos jóvenes no esperaban un regalo tan generoso de parte de su padre y casi no lo podían creer cuando su padre les puso en sus manos las llaves de sus autos. Ya no tenían que estar dependiendo de los demás, ni del camión de pasajeros para trasladarse como muchos amigos. ¡La envidia que les iba a dar a sus amigos y la sorpresa que le iban a dar a la novia! pues su padre, además de generoso, había escogido los autos como les gusta a los jóvenes: de brillantes colores con quema cocos, rines de magnesio y palanca al piso. ¡Por fin se sentirían libres e importantes, el mundo les parecía chiquito con el volante en las manos y el acelerador en los pies.

El mayor de los hermanos había sido el primero en escoger y por supuesto escogió el color rojo irresistible. Se subió al auto y tomó la calle que llevaba a la autopista, pues lo primero que había que ver era cuento levantaba. Prendió el CD, ajustó el ecualizador tún, tuntún, turún, tún, tún,... Lo que diría la novia..., ¿Cual novia? pensó si ahora todas las chicas se ven guapas.

Iba manejando ocupado en esos pensamientos cuando sin darse cuenta se encontró fuera de la ciudad por una carretera solitaria.
El paisaje era nuevo y diferente para él, de repente vio a lo lejos a un extraño caminante, sí, extraño: porque vestía una especie de túnica blanca manto cruzado y sandalias en los pies.

Disminuyó un poco la velocidad para observar con detención a aquel caminante. ¿Será, no será? No, no puede ser, se detuvo un poco. ¡Sí!. ¡sí es! y además está pidiendome ride. Piso a fondo el freno, se hizo a un lado y esperó a que el caminante se acercara.

-¡Señor! No me digas que eres tú?
- Así es amigo soy yo.
- Dime a dónde vas, que yo te llevo. Estás de suerte, porque hoy precisamente estoy estrenando este auto.

Como Jesús se le quedó viendo aparentemente sin intención de entrar, insistió:
-¿Qué esperas Señor? Súbete y te llevo a donde quieras.
-Jesús le dijo:
- Nada más con una condición
-¿Condición? ¿De qué se trata?
- Bueno lo que pasa -le respondió Jesús - es que...
- ¿Qué pasa Señor te asusta la alta velocidad? Te prometo que manejaré con precaución.
- No, no se trata de eso, lo que pasa es que yo quiero manejar.

El joven se quedó desconcertado, y reflexionando un momento dijo:
- Pero, Señor, eso nadie lo hace. Además ¡Qué falta de confianza! Mira aquí está mi licencia clase "A" y mi record está limpio.
Jesús no miro la licencia que le mostraba el joven, si no a sus ojos e insistió con firmeza:
-Me subo pero..., yo manejo.
El joven puso las dos manos sobre el volante, miro adelante a la carretera libre, solitaria, recta como una alfombra de acero, volteó con Jesús y le dijo:
- ¿Sabes qué, Señor? Si no me tienes confianza, lo dejamos mejor para otra ocasión. Pisó el acelerador, rechinaron las llantas y despegó. Subió el volumen tún,tuntún,turún, tún, tún,... "Yo lo invité, él no quiso" tún, tuntún, turún, tún, tún,... y poniendo su vista en el asfalto grisse fue haciendo pequeño pequeño hasta perderse en el horizonte.

No había pasado mucho tiempo cuando el segundo hermano en su auto verde acharolado pasópor ahí. La carretera vacía, solitaria y, de pronto, aquel extraño con el brazo extendido y el dedo gordo levantado. ¿Será? ¿No será? ¡Sí! parece que sí es. ¡Inconfundible! túnica blanca, cabellos largos y dorados, y sandalias en los pies. Disminuyó un poco la velocidad, pasó enfrente y por un instante se cruzaron las miradas. ¡Sí!, ¡sí es! Dudó... ¿Me detengo? ¿no me detengo?... frenó, se hizo a un lado de la carretera y se echó de reversa.

- ¡Señor! ¿qué andas haciendo por aquí? Pensó en añadir:
- ¿Se te descompuso el burro? pero le pareció un poco irrespetuoso y se mordió la lengua.
- No, no se me descompuso el burro, dijo Jesús.
El joven se puso rojo. ¡No había duda! ¡Era él!
-Perdón Señor lo que quería decir es ¿ qué estás haciendo aquí?
- Lo que ves, estoy pidiendo ride.
-Pues entonces súbete, te llevo.

Nuestro Señor se subió al auto y se pusieron en moviento.

-Cuando le cuente a mis amigos, no me lo van a creer - comentó entusiasmado el joven-. ¡Ha sido un día increíble!, primero mi graduación, después el regalo de mi padre y, ahora, me encuentro contigo. Y -añadió - que no sea nada más hoy, estoy a tu disposición cuando quieras.

Pero Jesús le interrumpió, le puso la mano en el hombro y le dijo:
-Quiero manejar.
- Señor tu si que eres bromista. Cómo está eso de que me pides ride y ahora quieres manejar. No estarás hablando enserio ¿verdad?
-Sí, lo digo enserio. Quiero manejar.
-Señor, pero si yo soy muy buen chofer.
-Será así pero quiero manejar.

El joven disminuyó la velocidad y respondió.
-Pero Señor ¿Tines licencia? ¡No tienes licencia! ¿ves? y tu sabes que aquí la ley se debe observar, y si te detienen manejando mi automóvil me voy a meter en problemas.
-El pasajero insistió.
-Yo quiero estar al volante.
El joven detuvo el auto. Parecia reflexionar seriamente.
Volteó a ver al pasajero, miro adelante: un día sin nubes, una vía libre, un horizonte prometedor. Apretó los labios y le dijo:
-Señor tu sabes que me gustaría, pero creo que hoy no va a ser posible, mejor bájate.
Jesús en silencio se bajó y con cuidado cerró la puerta.
- ¡Bye!
-¡Bye!

El auto arrancó y se alejó a buena velocidad. El joven no vio por el retrovisor, de haberlo hecho hubiera visto como Cristo se miraba cada vez más lejano.

Finalmente el más pequeño de los hermanos, en su auto azul, después de haber recorrido todas las calles del barrio sonando el claxon, entró decidido y por primera vez en la autopista: ¡Ábranse piojos que ahí les va el peine! y efectivamente los autos se hacían a un lado y a otro al ver venir aquel raudo móvil zigzagueando de un carril a otro.

No pasó mucho tiempo cuando pronto se encontró por la misma carretera que habían recorrido sus hermanos mayores; era ya tarde. Y se repitió la escena: La silueta blanca al fondo, las sandalias, pelo largo. ¿Será? ¿no será? ¡Sí! ¡sí es él! ¡no cabe duda! El joven se acercó al peregrino y saliéndose de la carretera detuvo su auto.

-Señor, hoy sí que estás de suerte. Súbete Señor que yo te llevo, además ya es tarde y vestido así y por estos rumbos no creo que nadie se detenga a darte un aventón.
-Muy bien, pero con la condición de que me dejes manejar.
-¿Quieres manejar? Bueno..., pero ... ¿Qué te parece si mejor tú agarras el volante con una mano y yo con la otra?
-¿No? Es decir ¿Tú quieres todo el volante para tí?
-Por supuesto, o si no, me bajo.
- ¡ Bueno Señor!, nada más te pido que manejes con cuidado. Y habiéndole entregado las llaves, cambiaron de ascientos.

Cristo tomó el volante y manejaba plácidamente con la carretera cuando de repente, Jesús acelera , y saliéndose de la carrera entran en un camino empedrado y polvoriento.

El joven protesta:
- ¡Señor, mi auto nuevo!, me lo vas a estropear.
- ¿En qué quedamos? ¿Vamos los dos juntos y yo manejo o manejas tu y me bajo?
-No Señor, no más eso nos faltaba, tú manejas.

El camino empedrado es ahora una terracería, una brecha, las llantas rebotan, la carrocería cruje, el motor refunfuña, matorrales tupidos, las ramas de los espinos, como navajas, arañan la carrocería.

El joven no puede dejar escapar un reclamo:
-¡Señor! ¡mi auto nuevo!
Nuestro Señor le mira...
-Tú manejas Señor, ni hablar, tú manejas.

Por fin aparece un claro en la cima de un monte. Los dos se bajan a ver el paisaje; en eso los cubre una nube y todo se llena de luz.
-Señor ¡Qué hermoso es estar aquí! Hágamos tres tiendas...

*La aplicación de esta historia es obvia. Dios Padre te ha dado la vida, es nueva, es tuya, toda tuya. A todos, Cristo nos sale al encuentro como alguién necesitado, pide "ride" pero quiere manejar. Él no quiere ser pasajero incómodo, si no compañero de viaje, maestro y guía; quiere recorrer con nosotros el camino de la vida, pero con una condición que le pongas en sus manos el volante de tu vida.
Yo soy la LUZ y tú no me quieres ver
Yo soy el CAMINO y tú no me quieres seguir
Yo soy la VERDAD y tú no me quieres creer
Yo soy la VIDA y tú no me buscas
Yo soy tu MAESTRO y tú no me escuchas
Yo soy tu SLAVADOR y tú no me invocas
Yo soy tu PADRE y tú no me obedeces
Yo soy tu GUÍA y tú no me dejas el volante
Si te pierdes es por tu culpa.


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